miércoles, 14 de marzo de 2012

Ranieri no era la solución


15 de enero de 2012, pasadas las 10 y media de la noche. Finalizaba el derby della Madonnina en el que el Inter se imponía por 0-1 al Milan. Parecía que con la racha de 5 partidos consecutivos ganando, que serían 6 la siguiente semana tras al victoria contra la Lazio, el club nerazzurro se encgachaba a la lucha por el Scudetto junto a Juventus y Milan, cuando apenas un mes antes el equipo tenía la deshonra de evitar solo por los pelos la zona de descenso a Serie B.

Pese a un comienzo dubitativo tras el despido de Gasperini, sin enganchar dos victorias seguidas, Claudio Ranieri por fin había dado con la tecla. El equipo no ofrecía un juego brillante, pero las victorias llegaban, normalmente de forma cómoda y sin sufrimiento, una detrás de otra, algo que a la grada del Meazza le encantaba. Además, el entranador había recuperado para la causa a un jugador muy querido que no había aparecido hasta ese momento de la temporada: Diego Milito. El goleador argentino anotó durante esa racha que ocupó los meses de diciembre y enero, 6 goles en otros tantos partidos, con una efectividad casi total de tiros a puerta.

El equipo se basaba en dos líneas de cuatro muy juntas, dejando pocos espacios en una defensa bastante retrasada, preparado para salir a la contra con balones largos para Pazzini y Milito descolgados arriba. En este equipo, la salida de balón de Samuel, las carreras de Nagatomo y Zanetti por bandas, la posición de Motta y la calidad que aportaba Ricky Alvarez partiendo desde la zona izquierda de la medular eran la clave del buen funcionamiento del conjunto nerazzurro.

La derrota con el Napoli y consiguiente eliminación de Coppa Italia en cuartos de final fue el punto de inflexión negativo de este equipo. A partir de ahí el equipo no ha vuelto a levantar cabeza, pareciéndose cada vez más al caos que era con Gasperini a principio de temporada. 5 derrotas en Serie A, saliendo goleados de Roma y por el Bologna en el Meazza, o duras derrotas con equipos en descenso como Lecce y Novara, un par de empates in extremis, a 4 goles con el Palermo y remontando con el Catania, y la única victoria la última jornada en Verona, conseguido en el tiempo de descuento. A eso, hay que sumarle la eliminación en Champions League a manos de un equipo netamente inferior como el Olympique Marsella, dejando además una imagen deplorable de cara a Europa de equipo hundido, sin ambición y ya completamente acabado.

Este bajón ha coincidido con dos hechos que sin duda alguna han influido en el funcionamiento del equipo. Por un lado la venta de Thiago Motta al PSG. Se ha tratado de una buena venta, ya que se han conseguido 10 millones por un jugador de más de 30 años, pero el rendimiento que estaba dando el internacional italiano en el último mes había sido sobresaliente. Era el sostén del equipo, aportando equilibrio al medio del campo y, definitiva, siendo el eje táctico y posicional del Inter. Su baja no ha sabido suplirla Ranieri, que ha probado con distintos jugadores en esa posición, como Cambiasso, Poli o Palombo sin éxito ninguno.

Por otro lado, la vuelta de Sneijder. Resulta paradójico que el retorno del crack holandés, con diferencia el mejor jugador nerazzurro, pudiera resultar un problema para el Inter. Sin embargo, así se puede considerar, y no por la entrada en sí de Sneijder en el equipo, sino por la incapacidad de Ranieri para incorporarle en una posición adecuada sin descompensar el resto del equipo. También hay que decir que la forma en la que ha vuelto Sneijder no ha sido la mejor, muy obcecado de cara al gol y bastante individualista, a veces actuando casi en solitario y chocando una y otra vez contra la defensa rival. Pero eso sí, de ahí a achacar el mal momento del Inter a la vuelta de Sneijder, nunca. Se pudo ver como el nivel ofensivo del equipo disminuía enteros en los momentos en los que no está Sneijder, como en el partido contra la Roma, la primera parte contra el Catania o la segunda ante el Napoli.

Durante su época "victoriosa", para Ranieri era muy sencillo, sin la presencia de Sneijder, formar las dos referidas líneas de 4 para defenderse al borde del área y salir. No era necesario una creación de juego e ideas en el mediocampo, abonándose a los balones largos constantamente, o la conducción de Álvarez. La entrada de Sneijder obligaba a Ranieri a quitar un jugador de mediocampo para meter al holandés, y pasar del 4-4-2 al 4-3-1-2, donde los tres jugadores de arriba prácticamente no participan en prácticamente en tareas defensivas. Esta situación hundió la idea de Ranieri, que además se había quedado sin el único jugador que hubiera sido capaz de equilibrar esa situación, Motta.

Ranieri ha sido incapaz de formar un equipo que potencie las virtudes de sus jugadores, especialmente las de Sneijder. De hecho, ha realizado mil locuras tácticas, dando una sensación de caos e inestabilidad a sus jugadores, pasando al 4-2-3-1, 4-3-2-1 o incluso el 3-5-2. Eso sí, tampoco tenía efectivos adecuados para hacerlo. Las diferentes medulares que ha ido probando Ranieri no han podido, ni tenía las condiciones, para asegurar un buen trato para el balón ni una buena transición de la fase defensiva a la ofensiva con Sneijder, y mucho menos generar juego desde el centrocampo. De hecho, los dos jugadores, a priori, que habrían podido hacerlo desde la posición de volante, Ricky Álvarez y el recién fichado Guarín, estaban lesionados. Stankovic ha perdido mucha velocidad de pensamiento con los años, Zanetti aporta corazón pero no talento con el balón, Cambiasso es un llegador pero se hunde en la creación y defensivamente por su falta de constancia posicional, cuando probó de regista, Poli todavía está muy verde...

La actitud de jugadores que ya lo han ganado todo y se les nota la falta de ambición también es un lastre. Se nota que les falta el plus que les daba Mourinho y el hambre de títulos de antes del triplete. El caso más flagrante es el de Maicon, pero también son remarcables los del portero Julio Cesar, el central Lucio, Cambiasso o el propio Sneijder. La temporada de Forlán también está siendo para olvidar, Pazzini está negado de cara algo y Zárate directamente defenestrado.

De cara al futuro próximo, es decir, hasta final de temporada, el único objetivo es alcanzar la Europa League. Ya eliminados de Copa de Europa y Coppa, y con los puestos Champions a 11 puntos, tiene que dar gracias el Inter a todavía tener opciones europeas. Y es que de no ser por esa racha de 6 victorias consecutivas, los nerazzurri estarían luchando en la zona baja de la clasificación, dada la extrema igualdad de la Serie A. El despido de Ranieri no lo veo necesario, no por el hecho de que no lo merezca, sino por no gastar más dinero en el despido y en otro entrenador que no cambiaría nada en estos meses hasta verano. El equipo seguirá como hasta ahora, a ramalazos, a un nivel bajo pero ganando partidos por la pegada de jugadores que al fin y al cabo son de talla mundial, como ocurrió ante el Chievo.

La mirada debe estar echada en este verano, en el inicio de un nuevo proyecto. Un nuevo técnico joven y con hambre, que sea capaz de hacer la limpieza necesaria en este vestuario. No todo de golpe, pero si de una manera progresiva. Darle galones a los pocos jugadores que se salvan de este año, especialmente Nagatomo, el descubrimiento de Faraoni y alguna cosita de Poli. Pazzini debería volver a su nivel habitual "pre-Ranieri", Guarín, si es repescado, puede aportar mucho a la medular interista, y Zanetti debe quedar como guía de esta nueva generación. Y los fichajes, jugadores con ganas de vencer, de clase media-alta y ajustados a las peticiones y al sistema del nuevo entenador, un poco al estilo Juventus este año, y no como se ha hecho en las últimos años. Es posible reflotar este Inter, pero hay que cambiar muchas cosas. Y cambiar una mentalidad arcaica que ha hundido a este equipo.



1 comentario:

  1. Estoy totalmente de acuerdo: Ranieri no era la solución.

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