lunes, 25 de junio de 2012

A semis con inmerecido sufrimiento



De nuevo, tal y como ocurrió hace 4 años, Italia se encontraba ante la lotería de los penaltis en los cuartos de final de la Eurocopa. En Viena se había llegado a la tanda tras un partido dominado completamente por España, y en el que Iker Casillas parecía dar un paso por delante de Buffon para convertirse en el mejor portero del momento. Italia cayó eliminada. Justo al contrario que ayer. 

Prandelli volvió a apostar por la defensa de cuatro hombres y el mediocampo en rombo, como contra Irlanda. Los únicos cambios fueron las entradas de Montolivo por el inoperante Motta en la mediapunta y Balotelli por Di Natale en ataque. Inglaterra, tal y como habían hecho los irlandeses, esperarían atrás con la esperanza de cazar alguna contra con Young, Rooney y Welbeck.

Más de lo mismo en Italia. Con los de la cruz de San Jorge formando dos líneas en la frontal del área, Italia se limitaba a hacer lo único que es capaz en esas circunstancias, acentuado con la llegada de Prandelli. Tocar a baja velocidad en horizontal en el mediocampo. Nadie rompía. Por mucho que se empeñe el exentrenador de la Fiorentina con su pupilo, Montolivo no sabe jugar de trequartista, no conoce los mecanismos para jugar entre líneas. Solo se mostraba cuando se colocaba en paralelo a Pirlo, con la incoveniencia de que Balotelli y Casssano perdían su referencia por detrás y se quedaban demasiado descolgados.

El partido de Andrea Pirlo fue magistral. Generando juego, aportando criterio a la circulación de balón y con sus pases como único medio de romper las líneas inglesas, tanto hacia la izquierda, donde Balzaretti estuvo menos atinado y más vigilado que contra Irlanda, o hacia Cassano y Balotelli. Como un metrónomo. Un perfecto mecanismo. Ni un solo error. Genial. Se creaban ocasiones, sí, pero todo demasiado sencillo para Inglaterra. De este modo, prácticamente todas las jugadas de posesiones largas italianas terminaban con desviados tiros lejanos, con excepción del chut al palo de De Rossi.

Todo el peligro que podía generar Inglaterra venía al contrataque. Especialmente por las bandas, donde Young y Milner debían lanzar a su equipo por los puntos más débiles de Italia en defensa. Sin embargo, los azzurri estuvieron magníficos para controlarlo. Ni siquiera habían perdido el balón cuando los dos jugadores más cercanos, normalmente uno de ellos siempre un De Rossi peleón como siempre, estaban presionando la salida de balón inglesa, obligándoles a un pelotazo largo o a retrasar y permitir la reorganización de Italia. De este modo, Young, Welbeck y sobre todo Rooney quedaron totalmente anulados.

En este aspecto, los únicos momentos de peligro pudo ser la salida de Carroll en la segunda mitad, un jugador que bajó todos los pelotazos que le llegaban. Pero la magnífica actuación del siempre seguro Barzagli y de un sorprendentemente acertado Bonucci evitaron que fuera a mayores, dejando la actuación ofensiva inglesa prácticamente al nulo.

Prandelli supo solucionar a la perfección el problema de la falta de verticalidad, con la salida de Diamanti por un Cassano cada vez más agotado en el torneo, Nocerino por De Rossi, que mostraba ya síntomas de cansancio tras el excelente trabajo realizado, y posteriormente Maggio por Abate en el lateral derecho. La duda es por qué no lo hizo de inicio, especialmente lo de Diamanti.

El zurdo de oro de Bologna sacó todo su repertorio. Golpeo con la zurda, centros precisos, regate, apoyo y desmarque en la posición  de trequartista. Además permitió a Montolivo retrasar su posición, gracias a que Diamanti se ocupaba en exclusiva de la mediapunta. En plena forma, Diamanti, que entró casi de relleno en el equipo, fue clave para Italia. Nocerino, al que le anularon un gol, y Maggio por su banda, aportaron la profundidad de la que había adolecido el equipo. Pero no fue suficiente para marcar.

En la tanda de penas máximas, sobresalió Buffon por encima de todos. Desde esos cuartos de final contra España parecía haber perdido el liderazgo mundial en las porterías. Nunca lo perdió, realmente. A sobriedad, elegancia, eficacia y confianza no le gana nadie al mejor portero del mundo. Young no pudo con la presión de tenerlo delante, enviando el balón al larguero. Cole tampoco, lanzando el penalty a sus manos. Así, el fallo de un Montolivo, al que siempre le faltó ese puntito de sangre caliente y confianza, no tuvo importancia. Se pudo disfrutar de esa genialidad de Andrea Pirlo, esa cuchara emulando a Panenka o a Zidane, con Italia en desventaja en la tanda. Para completar el partido. La emoción con el tanto decisivo de Diamanti, revulsivo total. Zurdo como Fabio Grosso. Como en el 2006. Con el espíritu que parecía perdido de esa Copa del Mundo.


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